lunes, 8 de febrero de 2010

LEGALIZAR EL NARCOTRAFICO

Francisco Narrea San Miguel
El debate sobre el narcotráfico y sus formas de combatirlo, ha estado siempre transido de opiniones y de propuestas a todo nivel: de gobiernos, de intelectuales, académicos y estrategas militares y policiales. Hace ya más de dos décadas, Milton Friedman sostuvo que la forma más eficaz de enfrentar los monopolios internacionales de traficantes es llevarlos a la quiebra legalizando las drogas. Recientemente, Mario Vargas Llosa, puso esta propuesta sobre la mesa de debate otra vez, y ya pegó en un candidato presidencial con mucho sentido del humor.

Los que tenemos hijos adolescentes vivimos el pánico de imaginar a nuestros hijos envueltos en el mundo de las drogas y nos queda confiar en la buena formación que les damos. Al margen de ello, no podemos negar que su ilegalidad las aleja de su alcance; legalizarlas entonces, significaría acercarlos a ellas, como lo reconoce el propio Vargas Llosa en su artículo “El Otro Estado”. Entonces nos preguntamos: ¿Cuál sería el beneficio social de esta legalización? Esta propuesta de legalización va mas allá de la marihuana, es el comercio y consumo lícito de drogas. En el Perú es legal consumir marihuana y portar hasta 7 grs., de droga; sin embargo no se dice donde se puede comprar legalmente esta droga.

Según Vargas Llosa, la batalla policial ya está perdida, entonces hay que llevarla al plano económico porque la lucha mundial contra las drogas no es eficaz. “Es absurdo declarar una guerra que los cárteles de la droga ya ganaron” señala Vargas Llosa, ignorando los esfuerzos y victorias del gobierno colombiano contra los cárteles de su país. El narcotráfico en Colombia ya no es un tema de seguridad nacional, pero sigue siendo un tema de seguridad pública y de salud pública. Este relativo éxito del gobierno colombiano contra los cárteles de la droga, no ha disminuido su oferta mundial, y menos en EE.UU. que es su principal mercado –demanda-, lo que ha hecho es fortalecer los cárteles mexicanos. Mientras exista demanda habrá oferta.

Tiene razón Vargas Llosa cuando señala que las actuales políticas para combatir el narcotráfico han fracasado y seguirán fracasando porque son defectuosas. Muchas de las acciones diseñadas para combatir la droga son muy costosas e inaplicables, porque los tentáculos del narcotráfico se extienden a todas las esferas del poder político, hasta casi convertirnos en un narco Estado. Pero acaso no sería la legalización, transitar hacia un estado de anarquía infestado por la droga? ¿Qué papel asumirá el Estado para proteger a los grupos más vulnerables, los jóvenes y niños? ¿Quién garantiza que la legalización de las drogas, no incrementará masivamente su consumo? Innegablemente, su ilegalidad, aunque no disminuye la oferta e incrementa su precio, disuade su consumo y reduce su disponibilidad al común de la gente. Con su legalización el número de adictos se incrementará en gran magnitud.

Esta propuesta ha generado el rechazo de la comunidad internacional antes y ahora. En Estados Unidos no tiene apoyo de los demócratas ni republicanos. Si los Estados Unidos no legalizan la droga –y ciertamente no lo harán- siempre habrá un mercado negro y delincuencia en rededor. Los académicos dicen que es un reconocimiento del derecho humano de elegir libremente su consumo -el adulto tiene derecho de elegir qué sustancias ha de consumir y qué riesgos habrá de correr-, pero ello se convertirá en un problema de salud pública de magnitud inimaginable, y este tema no puede pasar a un segundo plano para priorizar lo económico o lo policial.

En cierta ocasión fui declarado ciudadano honorífico de Baltimore por su Alcalde Kurt Schmoke, debido a mi lucha periodística frente al narcotráfico; paradójicamente, él defendió su legalización en una Conferencia Nacional de Alcaldes. Personalmente creo que los costos en vidas y dolor humano son tan grandes, que la sociedad no tiene otra alternativa que luchar contra el narcotráfico, aunque debiera redefinirse la estrategia mundial de lucha contra las drogas. La prohibición no tiene un fin moral, es complicado condenar el consumo de drogas desde una base moral. El Estado tiene la obligación de velar por la salud de la población, por la integridad de la familia; es un tema de salud pública, de bienestar de la sociedad.

El consumo de drogas inclina a muchas personas a delinquir, pues reduce sus inhibiciones, liberan sus conductas agresivas y sus instintos mas primitivos, producen tendencias antisociales y mellan el sentido de responsabilidad, en un grado muchísimo mayor que el alcohol, somos conscientes de ello. Según la última encuesta de Ipsos Apoyo, el 58% de la población está en contra y el 25% a favor de la legalización de la droga; este porcentaje a favor, aunque siendo minoritario, es alto. No podemos experimentar con la sociedad; de probarse que nos equivocamos, cómo revertir el error y volver a penalizar el narcotráfico.

Los que toman alcohol, no necesariamente es para embriagarse; los que consumen drogas, es precisamente para intoxicarse. La consistencia química del alcohol tiene límites en sus gradaciones como la cerveza, vino y otros licores fuertes; pero en las drogas no hay límites a esta variación. Legalizar la droga significa permitir la venta de sustancias peligrosas de la misma manera que el alcohol y el tabaco. Los cárteles se formalizarían y exportarían cocaína como exportamos espárragos, alcachofas o café. ¿No sería todo esto una conducta autodestructiva del Estado? No debemos pues, legalizar el narcotráfico.

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